Contaminación del agua

El agua es vida. Es un elemento esencial para el desarrollo de cualquier ser vivo de nuestro planeta. Lo es también para la agricultura, la industria y la ganadería.

El acceso al agua para la vida es una necesidad humana básica, al mismo tiempo que un derecho humano fundamental. Sin embargo, en nuestro mundo de prosperidad creciente, más de mil millones de personas se ven privadas del derecho a agua segura y 2.600 millones no tienen acceso a un saneamiento adecuado.

Estas impresionantes cifras reflejan tan sólo una de las dimensiones del problema.

Cada año mueren cerca de 1.800.000 niños como consecuencia directa de la diarrea y otras enfermedades causadas por el agua contaminada y por un saneamiento insuficiente. A comienzos del siglo XXI, el agua sucia es la segunda causa de muerte infantil en el mundo.

La contaminación del agua es causada generalmente por actividades humanas. Los contaminantes más frecuentes son materias orgánicas y bacterias, hidrocarburos, desperdicios industriales, pesticidas y otros productos utilizados en la agricultura, químicos domésticos y desechos radiactivos.

Enfermedades de origen hídrico

El agua hace posible un medio ambiente saludable. Pero, paradójicamente, también puede ser el principal vehículo de transmisión de enfermedades.

Generalmente, la materia fecal de las personas infectadas se introduce en un sistema de abastecimiento por la descarga directa de aguas negras, sin tratamiento, en las fuentes de agua. Una vez allí, las enfermedades se suelen contraer al consumir el vital elemento. Los patógenos transmitidos por el agua incluyen muchos tipos de microorganismos, bacterias, virus, protozoos y lombrices.

Las enfermedades transmitidas a través de vectores también se consideran dentro de las enfermedades hídricas, ya que éstos se crían y viven cerca de aguas contaminadas y no contaminadas. Estos vectores, generalmente mosquitos, infectan al hombre con paludismo, fiebre amarilla y dengue, entre otras.

Energía de hidrógeno

Incoloro, inodoro y no tóxico, el gas hidrógeno es el más sencillo de todos los elementos.

Responsable del brillo de las estrellas y fuente de la energía que recibimos del sol, el hidrógeno es, además, el elemento más abundante del universo.

Ya en el siglo 19, un visionario francés llamado Julio Verne, en su novela La isla misteriosa, puso en boca del ingeniero Cyrus Smith la siguiente frase:

“Sí, amigos míos, creo que algún día se empleará el agua como combustible; que el hidrógeno y el oxígeno de los que está formada, usados por separado o de forma conjunta, proporcionarán una fuente inagotable de luz y calor; el agua será el carbón del futuro.”

Con el aumento de la población mundial se vuelve cada vez más necesaria la búsqueda de energías y combustibles limpios y eficientes.

Países como Islandia y Japón, pioneros en el uso del hidrógeno -tanto para calefacción y electricidad como para el funcionamiento de vehículos-, están empezando a hacer realidad aquella profecía de Julio Verne.

Energía nuclear

La energía nuclear es la energía almacenada en el núcleo de los átomos, que se libera como resultado de una reacción nuclear.

En las reacciones nucleares se libera una gran cantidad de energía, debido a que parte de la masa de las partículas involucradas en el proceso se transforma directamente en energía.

Entre sus ventajas, se puede mencionar su abundancia y el bajo costo del combustible. Pero existe una gran controversia sobre las amenazas que conlleva esta tecnología. Los terribles accidentes nucleares de Chernobyl, Ucrania, en 1986, y el más reciente de Fukushima, en Japón, eximen de mayores comentarios.

La República Argentina cuenta con dos centrales nucleares en funcionamiento: Atucha 1, ubicada sobre la margen derecha del río Paraná de las Palmas; y Embalse, en la costa sur de Embalse Río Tercero, provincia de Córdoba. Ambas centrales proporcionan el 8% de la energía distribuida por el sistema interconectado nacional. Una tercera central nuclear, Atucha 2, se encuentra casi finalizada.